Contemplo un horizonte,
que me invita a meditar,
que me llama al pensamiento,
con presteza voraz.
Concibo lo que veo,
como un mensaje fugaz,
que me entrega certezas,
que me lleva a soñar.
Trazos, recuerdos, realidad,
observo un destino distante,
que un día veremos llegar,
lagrimas recorren nuestro inmenso mar,
en espera de que ese día comience a brillar.
No es dolor, es angustia,
incertidumbre en el cristal,
de nuestras miradas perdidas,
en el lago de la eternidad.
Traicionera paz y quietud,
que te impulsa a callar,
ese mar torrencial,
que por dentro quiere estallar.
Miradas vacías,
inquietas, ligeras,
pues ya no pueden ceder,
se encuentran lejanas...
buscando más fe.
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