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... De esas despedidas tácitas que tardamos en aceptar...

Evitar no puedo este sufrir,
con el agobio de tu ausencia,
con el peso de tu tácita promesa,
porque dijiste querer algo más que esta distancia.

Tus ojos me anunciaron un destino
que hoy parece fuera de mi alcance,
y es que tu cuerpo me dijo en un murmullo
que me amaba como yo le quise a él,
como esta sed primera que me arrebata la pasión,

Te quiero cielo mío
y no porque no tenga opción,
no porque se me marche la vida
cuando no se escucha el eco de tu voz,
te quiero por que puedo,
porque hay algo en ti que me impulsa a hacerlo
y algo en mi que me grita que lo haga.

Digo a tu silueta un verso solitario
como el tacto de mis manos que acarician tu regreso,
porque amo de tus labios no sólo la palabra y el beso,
amo también los rechazos y los silencios,
que me traen en barca agria el celeste de tu amor,
no es que sea del deseo o pretenda sólo ilusión,
soy de carne y hueso y también tengo corazón,
soy de sueños rotos en el filo precoz de tu mirada,
que se clava aguamarina en el torrente de este adiós.

No quiero renunciar
al tributo antes ofrecido,
mas hoy se me escapa el sentido
de esta lucha encarnizada,
pues tengo trozos de juramentos
y fragmentos de dolor,
tengo caricias discontinuas
y besos en espera de darse,
en espera de la unión,
tengo razones sobrantes
y cuestiones lascivas soslayadas
en el pecho que se inflama
rogando un corazón
para el hueco oscuro
que dejó tu desamor.

Estas lagrimas fortuitas
traicioneras en batalla,
son las armas que me quedan
combatiendo tu distancia,
son los rifles de esperanza
abatida en mi oración,
corrompida entre estos versos,
que con cada rima,
son menos idilio
y más resignación.